Aquel verano leía a la sombra de un naranjo de la plaza,toda la larga siesta. Me sentaba y colocaba el marcapáginas a mi izquierda en el banco... una postal de una calle de Londres con un punky con una gran cresta de colores.
Se acercaba a mí, siempre la misma rutina. me preguntaba ¿estas bien? y se sentaba a mi lado cogiendo con prisas el marcapáginas, soltaba su radio y se disponía a mirarlo a dos dedos de su nariz con los ojos casi cerrados. Al rato apuntaba con su dedo al centro de la postal y yo le decía: punky.
Yo leía y él miraba la postal, horas, calor y complicidad. Cuando yo era niño él era otro más en la plaza y cuando crecí seguía siendo un niño algo más cansado. Un espíritu casi sin cambios, me enseñaron a respetarlo y yo aprendí a quererlo. Me gustaba su compañía, hoy me siento honrado de que quisiese estar allí tantas tardes, casi sin palabras. Los tres porque de tanta observación hizo material al punky, ya que forma parte de mis recuerdos con más fuerza que muchas personas.
Olor a naranjo, canto de abejarucos y mucha luz, calor abrasador. Libros, libros, libros.Nos despedíamos hasta el día siguiente. Yo me incorporaba a mi realidad de adolescente sano en busca de diversión y el volvía a su casa a buscar la magdalena que tanto le gustaba.
Casas bajas, calles de piedra , bombillas desnudas en las esquinas y aire para cambiar de sitio el cerco de luz que proyectaban en el suelo.
Cuando yo era muy pequeño me acompañaba (por recomendación de su madre) un tramo de calle hasta salvar un inmenso mastín al que él conocía bien..... es bueno, no hace nada me decía. Muchas noches me salvo aquel obstáculo para ir a la vaquería a por leche. Yo lo miraba sin poder creer que no le diera miedo, aquel perro pesaba seis veces lo que mi escuálido cuerpecillo.
Me gusta, recuerdo las tardes de verano, los amigos ausentes, los avejarucos.....lo recuerdo a El.....y a sus juegos de bolas.
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